Woodstock: la maldición
La maldición de Woodstock: destinos trágicos y sorprendentes de sus protagonistas.
Woodstock 1969 no fue solo música: aquel fin de semana marcó un antes y un después cultural. Pero también sembró mitos: voces de tragedia, desvíos creativos… y la sensación de una “maldición” que acompañó a muchos artistas después del festival.
El origen de la leyenda
Pese al caos, la lluvia y el desafío logístico, Woodstock fue sorprendentemente pacífico. Hubo solo tres muertes registradas —dos posibles sobredosis y un accidente con un tractor, a cargo de personal médico voluntario
Esa mezcla de armonía y tensión alimentó la idea de que el éxito masivo venía con su lado oscuro.
Estrellas que vivieron destinos trágicos
Jimi Hendrix y Janis Joplin, ambos íconos de Woodstock, fallecieron en 1970 (a los 27 años), reforzando la maldición del Club de los 27.
Otros artistas que subieron al escenario también enfrentaron destinos complicados, aunque menos populares:
Bert Sommer, quien recibió una ovación al interpretar “America”, fue excluido del documental oficial y olvidado por la memoria colectiva; murió a los 41 años.
Supervivientes y transformaciones
Carlos Santana irrumpió en la escena gracias a su actuación en Woodstock, con un estilo de soul jazz‑rock que lo definió
Joan Baez, embarazada entonces, mantuvo una carrera comprometida y longeva tanto en música como en activismo.
El trasfondo humano
Max Yasgur, dueño de la granja donde se celebró el festival, fue repudiado por sus vecinos, aunque nunca se arrepintió; murió en 1973, pocos años después de vender la propiedad.
Como símbolo de la contracultura, Woodstock representó la utopía hippie, pero también sus costos emocionales y sociales.
Woodstock fue la chispa que encendió un movimiento. La idea de una “maldición” alimenta el dramatismo, pero el verdadero encanto está en las historias que siguieron: triunfos inesperados, silencios dolorosos y la eterna energía de un festival que cambió al mundo.